Cultura
Un legado que se vive y se siente
Desde siempre he sabido que Málaga no es solo sol y playa. Nací aquí y he recorrido cada rincón de esta tierra, desde los pueblos más pequeños del interior hasta la costa más luminosa. Y si hay algo que une a todos los malagueños es el amor profundo por nuestra cultura viva, que no solo se muestra, se vive a diario.
Málaga es una provincia que rebosa historia, tradición, arte y una forma de ser que no se enseña en libros, sino que se aprende paseando por sus calles, hablando con su gente y celebrando cada una de sus fiestas. Esta página es mi forma de compartir todo eso que he vivido, lo que no sale en las guías, lo que solo se cuenta cuando te sientas con un café con alguien que lleva aquí toda la vida.
El alma de Málaga está en sus pueblos
Aunque muchos conocen Málaga por su capital o por la Costa del Sol, la auténtica esencia cultural de esta tierra está en sus pueblos: en la sabiduría de sus mayores, en sus oficios que aún resisten el paso del tiempo, y en esas celebraciones locales que transforman una plaza en un teatro popular.
He vivido ferias en Villanueva del Rosario donde la música no para hasta el amanecer, procesiones en Riogordo donde se me ha erizado la piel, y he probado un potaje en Alfarnatejo que no se encuentra en ningún restaurante de moda. Eso también es cultura.
Tradiciones que evolucionan sin perder raíz
Me emociona ver cómo algunas tradiciones han evolucionado, pero sin perder su alma. Como la Fiesta del Gazpacho de Alfarnatejo, que ahora es más turística, sí, pero sigue siendo organizada con el mismo mimo por la familia de Mari Carmen, que lleva tres generaciones cocinando el mismo gazpacho molido en dornillo.
O como en Frigiliana, donde la Fiesta de las Tres Culturas ha crecido tanto que ya es internacional, pero aún puedes ver a los chavales del pueblo vendiendo pasteles sefardíes hechos por sus abuelas.
Oficios, saberes y arte que no mueren
En muchos pueblos aún quedan verdaderos guardianes de nuestros oficios. Conozco personalmente a Antonio, un artesano de Mijas que sigue haciendo cerámica a mano con los mismos moldes de su abuelo. Y a Carmen, en Vélez-Málaga, que borda mantones de Manila como los de antes, con un arte que ya casi nadie enseña.
También tenemos escuelas de verdiales en los Montes de Málaga donde los jóvenes aprenden a tocar el pandero, el violín y la guitarra como lo hacían sus bisabuelos.
Festividades
Si hay algo que me ha marcado son nuestras fiestas. Como la Semana Santa de Vélez, con sus tronos enormes y su silencio que corta el alma. O la Feria de Agosto en Málaga capital, que empieza con fuegos artificiales en la Malagueta y termina bailando verdiales en calle Larios con una copa de Cartojal en la mano.
Una vez, en la romería de Coín, terminé en la carreta de una familia que no conocía, comiendo migas y cantando coplas hasta que se hizo de noche. Eso también es cultura.
Cultura cotidiana: la que no se ve pero se siente
La cultura de Málaga no está solo en los museos (aunque tenemos joyas como el Museo Picasso, el Pompidou o el Thyssen), está en las pequeñas cosas: en el saludo que no falta nunca, en las recetas de la abuela, en las historias que se cuentan en la barbería o en la tienda de ultramarinos de toda la vida.