Málaga

Descubre la esencia de una provincia única

La provincia de Málaga no es solo un destino turístico. Es un lugar donde cada paisaje, cada fiesta, cada plato, cada saludo en una plaza, cuenta una historia que viene de muy lejos y que todavía hoy sigue escribiéndose

Vivir en Málaga es vivir en una tierra que lo tiene todo: historia, mar, montaña, cultura y una manera de entender la vida que atrapa para siempre. Desde pequeño he sentido este orgullo malagueño que no se puede explicar, solo se puede respirar cuando paseas por nuestras calles, conversas con nuestra gente o te pierdes en alguno de los rincones escondidos de nuestra provincia.

Una tierra de contrastes naturales

Siempre me ha fascinado cómo en Málaga puedes pasar en un mismo día de las playas doradas de la Costa del Sol a los bosques centenarios de la Sierra de las Nieves.
Nuestro litoral, con nombres que han dado la vuelta al mundo como Marbella, Torremolinos o Nerja, contrasta con los pueblos blancos del interior, como Frigiliana o Comares, donde el tiempo parece haberse detenido.

Recuerdo una vez, tras un baño en la playa de Maro, que en apenas media hora ya estaba caminando entre pinsapos en Yunquera, bajo un cielo inmenso de estrellas. Esa diversidad es un lujo que solo los malagueños sabemos disfrutar así, a nuestra manera.

Historia milenaria que sigue viva

Pocos saben que Málaga es una de las ciudades más antiguas de Europa, fundada hace casi 3.000 años por los fenicios.
La provincia entera es un museo al aire libre: desde los Dólmenes de Antequera (Patrimonio Mundial de la UNESCO) hasta la Alcazaba de Málaga, pasando por el puente nuevo de Ronda o las huellas musulmanas en Álora y Cártama.

He acompañado a amigos visitantes a ver estos tesoros muchas veces, y siempre me pasa lo mismo: vuelvo a enamorarme de la historia como si fuera la primera vez.

Una forma de vivir que enamora

Aquí, la vida se celebra en cada gesto. En Málaga sabemos disfrutar de los pequeños placeres: un espeto de sardinas junto al mar, una tertulia en la plaza del pueblo, o un paseo por los senderos de la Axarquía en primavera, cuando los campos se llenan de colores.

Conozco bares donde el camarero te saluda por tu nombre aunque haga meses que no pasas, o plazas donde los niños todavía juegan a la pelota mientras los mayores toman café al sol. Esa calidez humana es nuestro verdadero patrimonio.

Málaga, entre tradición y modernidad

Aunque orgullosos de nuestras raíces, Málaga no se ha quedado anclada en el pasado.
La capital es hoy un referente cultural europeo, con museos de primer nivel como el Museo Picasso, el Centro Pompidou o el Museo Carmen Thyssen.
Y al mismo tiempo, en nuestros pueblos siguen celebrándose fiestas ancestrales, como las pandas de verdiales, que siguen alegrando los campos.

Gastronomía que cuenta historias

El sabor de Málaga también es único. La pasa moscatel de la Axarquía, el ajoblanco en los días más calurosos, los boquerones en vinagre que no pueden faltar en ninguna casa.
Mi abuelo solía decir que «se conoce a un pueblo por su pan y su vino», y aquí, en Málaga, ambos son memorables.

Te recomiendo no marcharte sin probar la porra antequerana, el chivo lechal malagueño o un plato de cuchareo de los Montes, servido en esos pequeños ventorrillos donde el tiempo pasa más lento.

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